Espectáculos



El erotismo de la verdad
Tristán e Isolda, la versión teatral de Marco Antonio de la Parra, sobre la leyenda de
Tristán e Isolda, con la actuación de Matías Pisera Fuster y Florencia Prada Duhagon y la dirección de Matías Caballero, presenta una propuesta fresca y profunda a la vez; dos condimentos que, juntos, producen una deliciosa combinación de sabores escénicos.

Es la historia de un ¿amor? ¿imposible? que plantea preguntas profundamente humanas

y un conflicto en apariencia irresoluble, hoy. (Ya vendrán, seguro, tiempos de evolución
y alguien dirá en otra era, “te acordás cuando la gente sufría por amores contrariados?”)

Si, está Flor Prada con la sensualidad explotando sobre su piel y más allá, alcanzando

la platea. Sí, está Matías Pisera Fuster con su desparpajo apropiado siguiendo implacable
el ritmo que ella propone.

Están sí, el erotismo y la puesta impecable: armonía, minimalismo y una tensión

que se sostiene.
El agua y la sed.

Pero hay más: dos almas desnudas en una contradicción que cala hondo,
abrazando el lado A y el lado B, la luz y la noche,
aceptando en ese fragmento que no hay dos:
que somos todo uno
y que todos somos uno.

MUY recomendada! Ultimo jueves! 6 de Julio, Teatro Piccolino a las 21.30 Fitz Roy 2056


© Silvia Iglesias

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Herencia


Primero nos recibe el teatro: Ludé. Sorprende que, en pleno centro de Buenos Aires,
tan vertical, con espacios maximizados y exhaustos, un edificio restaurado a nuevo
se ofrezca como una mano abierta para circular con gran libertad.
Hay aire entre las butacas, entre los grupos de filas, entre la platea y el escenario.
En el escenario la línea continúa. En este caso, favorece enormemente la puesta
de ese patio precioso y amado por sus habitantes.
Allí, comienza a rodar la historia de una mujer, un hombre, una familia. Una historia de amor, mentiras y cobardía. Secretos ancestrales, manipulación y tristeza.
Desde la cámara donde miro y siento la obra, veo la entrega desmesurada y exasperante

de la mujer hacia el hombre que ama, y en ese gesto, perdiéndose a sí misma.
Veo a un hombre inmerso en su propia vida, siguiendo su propia canción,
honrando el hecho de estar vivo en cada gesto, siguiendo su propio destino
y cargando con él.

Eszter no logra ver el valor de su propia existencia y se la arroja a su amado,

esperando que sea él quien la conduzca a las puertas de la felicidad.
Le entrega todo, en un gesto de profunda desvalorización y autodevastacion.
¿A veces es más fácil dar que recibir?. Dar ¿es no hacerse cargo de lo que tengo?:

lo regalo, te lo doy, tomálo. Soy tuya, hacé de mí lo que quieras. Les suena?
A la luz de la cámara con la que sigo mirando eso no parece llevarnos al cielo,
ni a ser buenas y generosas. A la luz de esa cámara suena a cobardía.
Es más fácil que otros decidan por nosotros, aún cuando nos traiga mayor dolor,
que construir la propia vida. Y hacerse cargo de una misma.

El ojo de mi cámara ya eligió: me voy con Lajos. Acerco el lente, hago foco en él,

a ver si me aprendo sus gestos, sus ganas de vivir y esa despreocupada libertad.
Lentamente, la cámara se despide de Eszter para siempre. Y se apaga.

Thelma Biral, Victor Laplace y elenco, impecables. El libro es de Sandor Marai.

Todo dicho. Ahora te toca elegir a a vos.

©Silvia Iglesias

Info: “La Herencia de Eszter” Teatro Ludé, Montevideo 842. Viernes y sábados a las 20.00 con Thelma Biral,
Victor Laplace, Susana Lanteri, Luis Campos. VERSIÓN TEATRAL: María De Las Mercedes Hernando.
ASISTENCIA DE DIRECCIÓN: Silvana Manfredi. ASISTENCIA DE ESCENARIO: María Belén Romano.
DISEÑO DE ILUMINACIÓN: Leandra Rodriguez. DISEÑO DE VESTUARIO: Mini Zuccheri.
ESCENOGRAFÍA: Alejandro Mateo. DIRECCIÓNGENERAL: Oscar Barney Finn.

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Dando a luz oscuridad

Me encantan los monólogos. 
Me encantan lo monólogos en voz y cuerpo de mujer.
Me encantan los monólogos en voz y cuerpo de mujer, íntimos, feroces y hondos.
Me encantan los monólogos en voz y cuerpo de mujer, íntimos, feroces y hondos
que ponen a vivir historias de la guerra y la posguerra española. Y son austeros. Minimalistas.
Y sobrios. (De hecho, yo misma escribí y actué uno de ellos y lo volveré a hacer pronto).

Anoche ví “La plaza del Diamante” (obra de Mercè Rodoreda, adaptada y dirigida por
Joan Olle) interpretada por Lolita Flores. En realidad, no la vi: viajé por el lado de adentro 
de “la Colometa” y fui recorriendo sus colores del alma y la escala de su voz, los tonos y los matices, sin efectos: un sonido puro y descarnado que vino de las mismas raíces matriarcales
que suelen dar a luz.
Y Lolita dio a luz a la Colometa, desde la oscuridad, sola, sentada en un banco, con unas lucecitas apenas coloreadas, como si fueran la cola de un barrilete. Dura como la tierra, real y presente como este precioso momento, Lolita remontó ese cometa y nos llevó de la mano a perdernos junto a ella, en los años de la posguerra, sus hijos, los maridos y el hambre.
Una aventura que transitamos con dolor, belleza y verdad, para volver luego, nunca iguales,
a ese escenario vivo e inolvidable.

©Silvia Iglesias
Info: “La Plaza del Diamante” Obra de Mercè Rodoreda, adaptada y dirigida por Joan Olle.
Hasta el 16/julio En ND Teatro.

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