Huracán y después



A los huracanes que pasan por nuestras vidas también les ponemos nombres: Juan, Sol, Loly… Y creemos que ellos son el huracán. Les atribuimos todas las facultades devastadores que nos  van dejando a su paso.

Como es afuera es adentro.

El planeta tierra vive la experiencia de un huracán en distintas zonas de su superficie: su piel tiembla, se estremece, se bate agitadamente y todo lo que respira sobre ella, replica cada movimiento.

Es la tierra la que nos sostiene y si ella centellea  al compás de vientos tempestuosos, nosotros también lo hacemos. Esas vibraciones ondulan y nos alcanzan, estemos donde estemos. Aún sin enterarnos, aún sin ningún medio de comunicación, ese fenómeno “natural” nos toca a todos, porque estamos unidos por hilos visibles e invisibles, no por nada somos la humanidad.

De un modo estridente y dramático, el huracán se anuncia primero, pasa después y deja su marca luego. Hay que re construir lo destruido.

Vives aún? Entonces puedes mirar qué se destruyó. Lo material? las casas, los autos, los barcos, los platos, las copas?

Sí. Y también la ilusión que teníamos de ir detrás de cada cosa que poseíamos y que ahora está rota. Nosotros éramos esos objetos también. Y esa búsqueda. Estábamos identificados con ella, le dedicamos esfuerzo y horas de vida. 

No son sólo los objetos los que se rompen. Hay algo que se parte también en medio de la tempestad. Se nos rompe la creencia de que ahí estaba nuestra vida. Que eso era la vida. Que así era la vida. Quedamos con las manos vacías. Y ahora no tenemos nada. Nada.

Entramos en crisis, sí.
No por no tener nada.
No por Juan, Sol, Loly, nuestras tsunamis personales.
Se nos murió el sueño, y  no el de llegar a tal o cual lugar, de tener esto o aquello.
Se nos murió el sueño de que la vida era lo que creíamos que era.

Allá corren bajo las aguas, las horas gastadas, el tiempo inerte, los esfuerzos vanos, los cabellos triscados, las sonrisas sin paga y todo lo demás. Aprendimos algo durante años y resulta que no.

Que no es así.

Puede que entendiéramos mal? Que no hayamos podido leer entre líneas o descubrir el mensaje subliminal? Hay quienes, por su naturaleza avezada, lo comprendieron mejor y antes que otros, sin tener que vivir la experiencia arrasadora de la tormenta?

Para los que, teniendo la edad que tengamos, ya vivimos nuestros huracanes personales, a medida,  y un día nos despertamos con todas las creencias vencidas, tuvimos que atravesarlo. 
No hubo entendimiento previo o clarividencia alguna.
Debimos pasar por la destrucción total de cada una de los paradigmas que cimentaban la estructura de nuestras vidas.

Nadie quiso asegurarnos antes y menos lo harían ahora.

Sólo que ya no buscamos compañías aseguradoras.

Porque hemos construido la fe y la confianza centímetro a centímetro, tierra firme ganada al mar.

Ya hemos vivido nuestro huracán. Lo hemos bautizado, quizás tenga un nombre propio.

Lo hemos perdido todo. Hasta el miedo.

Los objetos se nos rompieron y ya no están. Hay espacio.

Nos hemos vaciado.


Ante nosotros, un horizonte infinito, sin márgenes, y una luz serena.


©Silvia Iglesias





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